La resaca de las elecciones ha traído lo que todas las
resacas traen: abatimiento y malestar.
Yo me di una fiesta de esperanza y me la tragué como si
fuera mi última noche en la tierra. Me bebí hasta las macetas de la ilusión y la
confianza. Canté los cantos regionales del futuro mejor. Exalté la amistad
horizontal, asamblearia y asociativa, democrática y participativa en la cual
pensé que creíamos todos. Tanto como en un porvenir más justo. Pero sobre todo,
en un futuro nuevo y esperanzador.
Una mierda pa mí. Una boñiga grande y maloliente, con tufo a
conservadurismo ramplón e inmovilista. Con un pestazo repugnante a miedo y a
cobardía. Con ese hedor a casa cerrada y húmeda que tiene, además, todos las
tuberías atascadas de heces. Caca.
Entre el PP y el PSOE tienen 213 escaños. Es la mayoría
absoluta de la corrupción, la incompetencia y el inmovilismo. Son los conservadores
más conservadores. No por no-se-qué tontería de las derechas y las izquierdas en
las que ellos no creen. Sí porque son conservadores en el sentido más claro de
la palabra: están ahí para conservar todo como está. Son los perros guardianes
del chiringuito que se han montado. Y lo van a cuidar con dientes de demagogia
ponzoñosa. Y nosotros los hemos
votado.
El 50,73% de los españoles con derecho a voto, que son 12,746,223, han decidido que
Aznalcóllar, Bárcenas, Rato, Chaves o Griñán, Pepiño o Esperanciña, todos ellos
molan. Que no existe la corrupción. Y que si existe, pues tampoco está tan mal.
Que la gentuza que negocia y subvenciona a los sindicatos UGT y CCOO que firman
convenios en los que un trabajador, para poder irse de su empresa
voluntariamente tiene que abonar a esa empresa 7 meses de sueldo en concepto de
indemnización, son buena gente. Que hay que darles aún otra oportunidad.
Parafraseando malamente a Voltaire, defenderé con uñas y
dientes - e incluso con mi seguridad personal - el derecho de mis conciudadanos
españoles a ser gilipollas y votar esa basura. No tengo ninguna duda sobre eso.
Lo haré. Pero somos gilipollas. Porque una cosa es ser demócrata, y otra muy
distinta es reprimir lo que opinas de este resultado. Y digo con claridad y
contundencia, para poder dormir tranquilo, que hay – como poco - 12,746,223 de gilipollas
en España.
Son gente que ve bien todo lo que ha ocurrido, o que cree
que la “subvención” a los chorizos de las Black está bien. O que está bien que
el Senado sea la cueva de incompetentes sin oficio que es. O que está bien que Izquierda
Unida con 923,105 votos tenga 2 escaños, mientras que el conglomerado mafioso
en torno al empresario Mas, con 565,501 votos y la voluntad clara de reventar el
sistema solidario de reparto en España, tenga 8 diputados. Vaya hez fecal.
Y no es que yo fuera a votar a C´s o a Pablemos. Pero al
menos me concedo el gusto de dejar de votar a los que ya han traicionado
suficientemente la confianza del pueblo. Estos primeros, al menos, son nuevos.
Está en cuestión seria y grave el sistema de castigo a los chorizos por la vía
del voto. Está gravemente en peligro el concepto de democracia como vía para
explicar a los corruptos y a los sinvergüenzas que si la hacen, luego la pagan.
Aquí parece que no sólo no la pagan. Además se les vuelve a votar.
La imagen de esta entrada es la portada de El Jueves. Una
vez más resume en una imagen contundente y certera lo que pienso. Somos
gilipollas.
Hay que huir....a Tokio por ejemplo
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